Tomar indignamente La Cena del Señor
Tomar indignamente La Cena del Señor
Hno. William A. Bermúdez
“27 De manera que cualquiera que comiere este pan o bebiere esta copa del Señor indignamente, será culpado del cuerpo y de la sangre del Señor .28 Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa.29 Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. 30 Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. 31 Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados;32 mas siendo juzgados, somos castigados por el Señor, para que no seamos condenados con el mundo.” 1 Corintios 11:27-32
Hacerse culpable del cuerpo y de la sangre de Cristo implica despreciar el sacrificio de su vida en la cruz y no valorar el poder precioso de su sangré para limpiarnos de todo pecado y maldad. Es decir, despreciar la copa del nuevo pacto en su sangre. Por esto debemos revisarnos y comprender lo que significa el cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. Espiritualmente debe ser revelado a nuestro corazón el tremendo Poder desatado en su muerte en la cruz del calvario.
No discernir implica también ofender al Espíritu Santo de Dios. Recordemos que todo pecado será perdonado a los hombres, menos el blasfemar contra el Espíritu de Dios (pecado de muerte), no le será perdonado en este siglo ni en el venidero. (Mat. 12:32)
Examinándonos nosotros mismos evitamos ser juzgados por Dios, siendo juzgados por El somos castigados para no ser condenados con el mundo.
El que toma la Cena del Señor; el que come el pan y bebe el vino, debe tener el conocimiento en su mente y la revelación en su corazón del significado y tremendo poder de Dios liberado en este acto realizado en Memoria de nuestro Señor Jesucristo, nuestro salvador, nuestro redentor, el hijo del Dios altísimo, que vino de los cielos ha esta tierra para pagar el precio en carne y sangre que el Padre Celestial dispuso para nuestra bendita salvación. Dios mismo suministro la ofrenda necesaria para de una vez y por todas limpiar de pecados a los hombres, que de otra forma estarían perdidos, sin esperanza, condenados a las tinieblas perpetuas, separados de su creador por la eternidad.
No es solamente simbólico como algunos piensan, o un ritual religioso, que ya en algunas partes comienzan a erradicarlo de lo que es Culto a Dios. La Palabra advierte claramente que si no le damos la honra necesaria ha este acto de obediencia (reverencia, honra, poder y en espera de pronto su Regreso); nos hacemos culpables del cuerpo y la sangre de Jesús; es decir, cómplices de su muerte.
“29 ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que pisoteare al Hijo de Dios, y tuviere por inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado, e hiciere afrenta al Espíritu de gracia? ”. Hebreos 10:29
Tu te imaginas pisoteando al Hijo de Dios, y tomando por inmunda la sangre santa que el derramo por ti y por mi.
Si en este momento comprendes el alcance que significa tomar La Cena Del Señor indignamente, sabrás porque dicha persona come y bebe juicio para si misma; peor aun, también dice la Palabra que a causa de esto hay muchos enfermos y débiles entre el pueblo de Dios, y muchos mueren. Es decir todo creyente debe examinarse, arrepentirse de sus pecados, pedir perdón al Dios Altísimo y luego con gozo, tomar y disfrutar de los beneficios que implica esperar la Venida de Nuestro Señor Jesucristo. Mediante el acto de la Cena del Señor.
“14 ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”. Hebreos 9:13-14
Tú quieres ser un Siervo del Dios Vivo. Recurre a la limpieza mediante la Sangre de Cristo Jesús y ya no te ensucies más.
Ahora bien; ya que el tomar dignamente como Dios quiere la Cena del Señor exige que discernamos el Cuerpo de Jesús, vamos a estudiar a continuación lo que es el Discernimiento según la Voluntad de Dios, es decir el discernimiento espiritual en el cual deben operar los creyentes en Cristo, mediante la intervención divina del Espíritu Santo de Dios.